Alberto Fernández no merece la reelección, pero si merece una marcada derrota en las urnas.

Sus debilidades han sido nuestros padecimientos y sus fortalezas nuestro empobrecimiento.

Dice una canción de Hermética, "Olvídalo y volverá por más".

Alberto Fernández no se va más pobre de su cargo, su pequeño hijo a diferencia de la mitad de los niños de Argentina no sufrirá hambre y tendrá pleno acceso a la salud y la educación.

A los socios de Fernández tampoco los deberíamos olvidar.

Tal vez Alberto Fernández haya pecado de ingenuo al aliarse con el statu quo de la política, sabía a quién redimía y con quienes se unía.

La falta de programa político es parte del problema de un electorado que vota por espanto antes que por encanto o por convicción.

La actual tragedia Argentina no es nueva ni se la debemos exclusivamente al gobierno, y si hay algo que podría sensibilizar de la situación del presidente es el absoluto vacío de poder de sus "compañeros del frente" tan impiadosos como traidores.

Desde Daniel Arroyo hasta Aracre las conspiraciones en el oficialismo han estado a la orden del día.

Este jaque mate marcado por una profunda resignación qué se asemeja a la soledad antes que al vacío de poder ¿podrá volver competitivo a un frente electoral que padece la ausencia de conducción, doctrina y programa?

En todo caso, si hay una certeza es que los argentinos no elegiremos nuevamente un presidente débil, a contramano de las nuevas teorías, sea cual sea el candidato, Argentina parece necesitar regresar al régimen presidencialista y busca un liderazgo fuerte con rumbo claro.

La pregunta es ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar para garantizar orden, seguridad y certidumbre?

Sin liderazgos fuertes seguramente la paciencia se agotará mucho más rápido.

La historia del mundo nos enseña que estos momentos bisagra pueden ser la clave de un resurgimiento o la condena al fracaso absoluto que es la anomia total y el riesgo de disolución nacional.

Estamos bien fregados, aun así, seguimos porque los argentinos somos como los árboles en otoño, pueden ver nuestras hojas secas, pero al poco tiempo reverdecemos.